El Consejo de Ministros acaba de aprobar el Anteproyecto de Ley que reforma las Enseñanzas Artísticas, la única reforma pendiente en nuestro sistema educativo y que muchos demandábamos desde hace tiempo. Por un lado se van a homologar las titulaciones superiores a las universitarias incorporándolas al Espacio Europeo de la Educación Superior, y por otro, la adaptación de las enseñanzas profesionales al Catálogo Nacional de Estándares de las Competencias Profesionales (o más conocido como Catálogo Nacional de Cualificaciones Profesionales).
Desde el Centro de Referencia Nacional de Artesanía veníamos reclamando desde hace tiempo esta adaptación de las enseñanzas artísticas al Catálogo, principalmente porque la separación de subsistemas discrimina a los profesionales de la artesanía respecto a los profesionales de otros oficios. Recordemos que la única familia profesional de las 26 existentes en la formación profesional que convivía con otro sistema, es la nuestra, la familia profesional de artes y artesanías.
Ya hace unos meses trataba este asunto invitado por el Word Crafts Council Europe en su Conferencia Anual donde a través de un símil como la figura del pulpo, les mostraba los diferentes subsistemas o tentáculos a través de los que se organiza la formación artesana y artística en España, (puede verse también aquí en Artempleo). En mi intervención señalaba como en nuestro país tenemos actualmente un modelo de subsistemas públicos y entramados normativos que conducen a una suerte de limbo competencial en la formación de los oficios artesanos que impide a los profesionales de la artesanía tener las mismas oportunidades educativas que el resto de profesionales de otros sectores productivos. Es decir, disponemos de una gran oferta pero incompatible entre sí. Por un lado, la FP artesana (excepto un título de grado relacionado con el mundo de las fallas, todo son certificados profesionales que se imparten en centros de formación profesional para el empleo, pertenecientes en su mayoría al ámbito laboral), por otro lado, la formación artística de las llamadas Enseñanzas de régimen especial (ámbito educativo) y por último, sin entrar en la formación privada o la universitaria, la formación del Catálogo de Especialidades Formativas, gestionada por los Servicios Públicos de Empleo.
Que las enseñanzas artísticas profesionales se encuentren en un régimen diferenciado incompatible con la formación profesional impide que los centros educativos, es decir, las escuelas de arte (y diseño) puedan acometer procedimientos de evaluación y acreditación de competencias profesionales relacionados con las enseñanzas que imparten, como si ocurre en todos los centros de formación profesional de nuestro país para el resto de familias profesionales. No olvidemos que estos procedimientos permiten a profesionales de nuestro país obtener una acreditación de sus competencias a través de la experiencia laboral y la formación no formal recibida a lo largo de su carrera profesional sin tener que pasar por las aulas. Gracias a esta nueva ley esto va a cambiar.
A partir de ahora, con la adaptación de las enseñanzas profesionales al Catálogo, todas las enseñanzas artesanas y artísticas, sean de FP o de Régimen Especial, se organizarán por estándares de competencia como ocurre actualmente en la Formación profesional para el Empleo donde contamos ya con veinticinco (25) cualificaciones profesionales, y de ellas, veintiuna (21) ya con su correspondiente certificado profesional.
Asimismo, otro de los aspectos más interesantes que se podrían destacar con el cambio normativo es que se abre la posibilidad de la formación dual como ya prevé la nueva Ley Orgánica de Ordenación e Integración de la Formación Profesional y que podemos considerar una suerte de vuelta al modelo de aprendiz-maestro en los talleres artesanos que tanto se demandan en todos los foros y eventos relacionados con el sector de la artesanía, pronunciándose sobre la necesidad de recuperar la figura del aprendiz, principalmente para aquellos oficios que por circunstancias del mercado, la falta de competitividad o la despoblación de las zonas rurales pueden verse abocados a la desaparición. La nueva Ley de la FP prácticamente convierte toda la formación profesional en formación dual, una suerte de formación en entornos de trabajo real (sin duda, una versión moderna de la figura del aprendiz que tanto se reclama para la artesanía). Este anteproyecto va también en sintonía con este nuevo modelo formativo, concretamente señala que «determinadas enseñanzas y especialidades podrán, cuando así se prevea en función de sus características en la regulación de los títulos correspondientes, acogerse a un modelo de carácter dual, que permita que los procesos de enseñanza y aprendizaje se lleven a cabo de forma combinada en centros educativos y en empresas estudios, talleres, museos o patronatos y que quedará regulado en los términos propuestos en la Ley Orgánica 3/2022 de 31 de marzo, de ordenación e integración de la Formación Profesional».
En definitiva, se inicia un camino de esperanza para dar respuesta a una situación que se había convertido en un dislate y que perjudica(ba) a los profesionales de la artesanía y a muchos de nuestros artistas. Esperemos que no tengan que pasar muchos años para que la adaptación de los programas curriculares a estándares de competencia sea una realidad y todas estas cuestiones que ahora nos limitan como sector se resuelvan en un tiempo razonable. Además, debemos seguir apostando por el mantenimiento de las Escuelas de Artes Aplicadas tan importantes para la formación artística en nuestro país. En los últimos años hemos visto como muchas escuelas iban amortizando sus especialidades profesionales de grado medio y cerrando sus talleres para ampliar su oferta de enseñanzas superiores y convertirse en escuelas superiores, principalmente de diseño. La nueva ley señala que las administraciones educativas, no olvidemos que las competencias educativas las tienen las comunidades autónomas, decidirán que centros se dedicarán a enseñanzas superiores y cuales a enseñanzas artísticas profesionales, en sus manos estará, por tanto, como se organizará el mapa de centros en su territorio, y cuántos de ellos se dedicarán a la formación reglada de oficios artísticos. Estaremos atentos.
Disculpa mi atrevimiento, pero quisiera añadir un aspecto que también debería ser tenido en cuenta. Los docentes de estos oficios artísticos ¿podrán ser los artesanos y profesionales competentes? O bastará con que sean titulados universitarios y con el máster de formación, aunque desconozcan el oficio???
Imagino que no abunden los profesionales que cumplan con todos los requisitos y si Educación da prioridad a la titulación, por encima de las competencias, ahí sí está en peligro el oficio.
Muchos docentes de formación para el empleo en peligro de extinción.
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Hola María, señalas una de las cuestiones que hemos debatido mucho en la FPE porque es un problema generalizado. De hecho hay especialidades ya difíciles de cubrir porque nuestros profesionales artesanos no son titulados universitarios pese a tener un gran reconocimiento en el sector.
La única vía que se me ocurre para solucionarlo en la FPE es la acreditación de competencias profesionales, pero en las enseñanzas artísticas del régimen especial quizá sea más difícil de solucionar.
En la FPE las titulaciones universitarias se piden en cualificaciones profesionales de nivel 3. Cuando se adapten al sistema de competencias las enseñanzas artísticas será cuando veamos los niveles requeridos.
No obstante, si Educación requiere para todos sus docentes de taller titulaciones universitarias no les quedarán otra a los profesionales que ponerse a estudiar.
Saludos
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De entre los profesionales que yo conozco, no sé si hay alguno que pueda acometer tal tarea.
Para tener más de 20, 30 o 40 años de experiencia tienen que tener una edad. Para algunos ya fue un reto el Certificado de Docencia y superar un proceso de concurso y pruebas docentes, y ahora son docentes de formación para el empleo con éxito (si se puede llamar éxito a que su alumnado aprende una ocupación y encuentra un trabajo para el que antes no estaba cualificado). No me refiero a su éxito profesional, pues a unos contratillos de obra a tiempo parcial no se le puede llamar éxito. Hasta ahora era lo que había, aunque sí personalmente es vivido como éxito el por poder compartir su pasión y formar a profesionales competentes.
A muchos les llegaría la edad de jubilación antes de superar una carrera universitaria, que por otro lado no existe en muchos casos aquella que les pudiera ser de utilidad.
Tener un contrato por obra y a tiempo parcial, solamente por las horas de impartición y despreciando tanto la programación como la evaluación y demás gestiones y tareas propias de ser docente, es muy mejorable. Pero una opción, al fin y al cabo. Lo de ponerse a estudiar lo harán algunos, pero para muchos no es asumible ni por edad ni por recursos.
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