Traspaso la Puerta de las Granadas escuchando el murmullo del agua que lentamente se va alejando hasta desaparecer, aparecen entonces nuevas sensaciones, impresiones sonoras que resuenan desafiantes en el color del mediodía. En ese instante, empiezo a sentir la vibración de unas cuerdas tronar al compás de un quejío, certero, que apaga el bullicio de los pasos y el murmullo de los transeúntes.
Sigo bajando Gomérez, esta calle milenaria morada eterna de comerciantes y artesanos que me lleva en volandas hacia el son más puro. Del número veintinueve intuyo que sale una voz rota que entona un taranto al compás de una guitarra, de la guitarra más artesana, la de Francisco Manuel Díaz, decano de los guitarreros de Granada.
En su doble faceta de guitarrero y guitarrista sabe descifrar con pericia el arte del sonido más auténtico, el que emana de una guitarra elaborada a conciencia, construida a mano, para elevar a lo más alto las emociones que amplifican su caja de resonancia y su tapa armónica.
Este constructor de guitarras artesanas entiende como nadie a los guitarristas flamencos, porque él también ha acompañado a los cantaores de más renombre en el arte del cante, como Antonio de Mairena, Fosforito o José Meneses, como Calixto Sánchez o Paco Toronjo, como Carmen Linares, Fernanda de Utrera o Camarón de la Isla, como los bailaores Eva “la Yerbabuena” y Manuel Liñán, o como su gran amigo de siempre, Enrique Morente, entre otros.
Su conocimiento del oficio no solo le viene del movimiento de sus dedos en las cuerdas, de su gran virtuosismo tocando, porque desde los once años lleva vinculado al mundo de la guitarrería, primero como aprendiz en el taller de Don Eduardo Ferrer, uno de los más grandes guitarreros que ha dado Granada en el siglo XX, para después seguir aprendiendo de otro de los grandes, Don Manuel de la Chica. Finalmente, ya en solitario, tras pasar por diferentes ubicaciones, se instala definitivamente en su taller de Gomérez 29, iniciando lo que sería una larga y fructífera carrera de guitarrero, sabiendo conjugar tanto los misterios que entrañaban las obras de sus maestros como lo aprendido a lo largo de los años con la experiencia y con la investigación permanente, siempre con el exquisito interés de mejorarse a si mismo con cada pieza que construye desde antaño.
Son muchos los que han adquirido su conocimiento del oficio siguiendo sus pasos, su arte, manteniendo la tradición de aprender de otros que hicieron lo mismo en el pasado. Un ejemplo son Antonio Arroyo o Juan Miguel Carmona, pero, sobre todo, puede sentirse orgulloso Francisco Manuel Díaz de sus hijos Víctor y Francis, porque mantienen viva su maestría formando parte de un sector tan arraigado como antiguo en la provincia de Granada.
¡Enhorabuena maestro!