Con la debacle del sector inmobiliario se promueve como salida del sector de la construcción avanzar hacia un modelo que mejore la eficiencia energética, capaz de generar un ahorro significativo en lo edificado; utilice materiales menos contaminantes y más duraderos; promueva un modelo constructivo de mayor calidad y la reforma de su sistema productivo, atendiendo más a criterios de sostenibilidad que exclusivamente económicos; adecuando sus necesidades de personal a la nueva realidad, con la obligatoria recualificación de buena parte de sus trabajadores para dotarles de la capacidad suficiente para adaptarse, y en paralelo, facilitando nuevas vías de acceso al mercado de trabajo a través de la formación a quienes tengan que emigrar hacia otros sectores por exceso de mano de obra.
Si este es el futuro que deseamos para el sector debemos buscar nuevos nichos de mercado, uno evidentemente, la rehabilitación de nuestro parque de viviendas desde otro punto de vista constructivo, cuyas pésimas calidades han motivado un elevado deterioro en poco tiempo; otro la mejora de nuestro patrimonio, por ser además generador de riqueza en otros sectores, a través de políticas de conservación que originen actuaciones de mantenimiento e incrementen las intervenciones de restauración en los bienes inmuebles de nuestro territorio.
Además, incorporemos en obra nueva el modelo eficiente antes mencionado, abriendo la puerta a otros sectores afines, como el de las energías renovables o los materiales ecológicos. Capacitemos a nuestros albañiles en técnicas constructivas sostenibles, como son las tradicionales, incorporemos la última tecnología al servicio de una edificación cuyo futuro dependerá de nosotros mismos y de nuestra capacidad de adaptación a la nueva realidad.